YAHVÉH, JEHOVÁ, DIOS DE LA TIERRA…
En el siglo XIV anterior a nuestra era el faraón Amenofis IV eliminó a los dioses del panteón egipcio proclamando la unicidad divina y tomando nuevo nombre: Ajnatón, representante terrestre de ATÓN, fuerza creadora universal reflejada por el Sol… Aquella revolución monoteísta fue revocada por su hijo, Tutankhamon, pero tuvo secuelas…
Las leyendas recogidas en el Pentateuco bíblico (la Torah hebrea) hacen de un egipcio llamado Moisés (“M-sés” como,“Ra-msés” o “Tut-moses” = “engendrado por”), su supuesto autor, revelador de una deidad única bajo el nombre de Yahvéh. La tradición hebraica le atribuye la autoría de los cinco primeros libros de la Biblia, contra el criterio de historiadores y exégetas…(como Julius Wellhausen, entre otros muchos).
En realidad, la más antigua inscripción del nombre del dios nacional hebreo data del siglo noveno a.C. (la estela del moabita rey Mesa).
En la narración del Génesis (2:4 a 3:24) se subraya la estrecha relación entre el hombre y la tierra llamando al primer ser humano ADAM, “hecho de barro”: en hebreo, ADAMAH es el nombre de la arcilla terrestre y la relación de los humanos con la tierra (Jardín del Edén) habría sido la deseada por Yahveh hasta su “caída” pecaminosa.
Esencialmente idénticas eran las mucho más antiguas narraciones sumerias y egipcias.
La ruptura de la armonía hombre-tierra comportará dolor y muerte y sólo tras la muerte podrían los humanos recuperar el perdido estado de “gracia” (Génesis 3:19).
Otro de los temas recurrentes del yahvehismo es la separación de “lo divino” y “lo humano”.
Por comer el fruto “prohibido”, Adán y Eva perdieron la inmortalidad. Querer saber más, alimentándose del “Árbol del Conocimiento”, sería pretender ser dioses…
Pero el dios Yahveh hubo de reconocer la imperfección de su obra (que incluía el bien y el mal) decidiendo su destrucción mediante un diluvio universal y la “restructuración” terrestre a partir de Noé…
Sin embargo, los sucesores de Noé incurrieron en el mismo pecado de soberbia al intentar construir una torre que llegara a “los cielos”.
Ambición pecaminosa que Yahveh castigaría con la confusión de lenguas.
Moraleja: CUIDADO CON EINSTEIN Y ESPECIALMENTE CON LOS CUÁNTICOS…
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