SOBRE LA INICIACIÓN MASÓNICA...
Hablar del triángulo, del Delta, de la Estrella de cinco puntas, etc., antes de haber aprendido a trazarlos no enseña a trabajar masónicamente, aunque aprender a hablar sea aprender a “ser”.
La dialléctica masónica no es persuasiva, lo que nos convertiría en simples retóricos; no tiene como objetivo transmitir una verdad, sino una técnica de búsqueda personal y la auténtica Iniciación sólo comienza a ser real cuando la referencia a los símbolos deja de ser puramente semántica y pasa a determinar y configurar nuestros actos.
La construcción, que implica la coordinación de una variedad de elementos que han de combinarse respetando normas dimanantes de los principios que rigen el universo que percibimos, ha sido siempre un campo de actividad en el que se ha tratado de plasmar “lo sagrado” de manera especial.
La Masonería toma como símbolos los instrumentos que han hecho posible al hombre descubrir leyes fundamentales de la naturaleza (mazo, cincel, plomada, compás, escuadra, etc.), al ser utilizados en la construcción de estructuras que representan, reducidas a formas y medidas, la comprensión o visión humana de grandes principios universales.
No otra cosa fueron las catredales del medievo. Esos instrumentos activaron el ascenso en la escala del pensamiento humano, en un especial proceso filosófico. Es decir: en un proceso en el que la búsqueda del conocimiento se “vive” a través de la acción meditada y ponderada, utilizando los datos evidentes de nuestro entorno natural para poder llegar a niveles de abstracción que nos permitan “ver” desde arriba lo que primeramente hemos visto desde abajo.
En definitiva, lo que buscamos en esa ascesis espiritual es proveernos de unos ojos nuevos a través de los que poder mirar más allá de lo fenoménico. Tal es la Iniciación masónica y por ello, como unos herederos más de la Philosophia Perennis, estamos empeñados en lo que se ha llamado “conocimiento vertical” o anagógico.
@Amando Hurtado
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