CHURRAS Y MERINAS
(Reflexión)
Paradójicamente, la neomasonería institucionalizada en 1723 no nació para “especular” o, al menos, no para especular de la forma en que lo hicieron muchos a lo largo del llamado “siglo de las luces”, en el que junto a las luces perduraron no pocas “sombras”…
Recordemos que las guerras de religión devastaron Europa a lo largo de los siglos XVI y XVII causando millones de muertos y que había costado sangre, sudor y lágrimas liberar a la filosofia y a las ciencias del yugo de las teologías.
El propósito fundacional de la nueva masonería era hacer posible la paz social y la ayuda mutua entre hombres honrados y libres de prejuicios, fomentando la necesaria construcción de pensamiento con esa finalidad y adoptando como símbolos constructivos los utensilios que habían hecho posible a los antiguos constructores edilicios edificar catedrales, castillos, puentes y muros descubriendo y respetando las leyes de la Naturaleza. Por eso, la Masonería prístina recibió el apoyo de miembros destacados de la Real Sociedad Británica para el Avance de la Ciencia Natural, presidida entonces por Isaac Newton, cuyo secretario de confianza era Théophile Désaguliers, cofundador de la Gran Logia de Londres…
Por eso, no somos pocos los masones del siglo XXI que deseamos priorizar como parámetros masónicos el avance hacia la Fraternidad universal y el conocimiento de la realidad que nos es asequible en cada trayecto de la historia humana. Nuestra auténtica Tradición es ésa y sería grave error confundirla con la foto-fija de las paramasonerías surgidas posteriormente, al calor de mitos inverosímiles y de leyendas templarias, alquímicas o teosóficas de toda laya.
Comoquiera que sea, avancemos en nuestra iniciación personal a través de cuantos símbolos puedan aproximarnos a esa Sabiduría humanista que es promotora social de nuestra divisa esencial:
LIBERTAD-IGUALDAD-FRATERNIDAD
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