CULTURA MASÓNICA: RECORDANDO EL SIGLO XX MASÓNICO ESPAÑOL
(Breve pincelada histórica, para no cansaros demasiado…)
Las tensiones internas de la Orden que se dieron al finalizar el siglo XIX (casi siempre relacionadas con la administración de los “altos grados” del Rito Escocés Antiguo y Aceptado) se redujeron notablemente en el seno de la Masonería española desde comienzos del XX.
La Constitución del Grande Oriente Español de 1903 (Obediencia creada en 1889) contribuyó notablemente a ello al separar la jurisdicción de los tres primeros grados de la de los restantes, que pasaron a ser administrados, respectivamente, por un Consejo Federal Simbólico y por un Supremo Consejo del Rito.
Durante aquel período (hasta 1939) destacaron, por su participación personal en los quehaceres de la vida comunitaria española, masones como Fernando de los Ríos, Jiménez de Asúa, Ramón Gómez de la Serna, Demófilo de Buen, Tuñón de Lara, González Sicilia, Rodolfo Llopis, Joaquín Aznar, Augusto Barcia, Antonio de Lezama, Araquistáin, Mariano Benlliure, Salvador Quemades, Blasco Ibáñez, Alvaro de Albornoz, Marcelino Domingo, Eduardo Ortega y Gasset o el general López Ochoa, entre otros.
Cabe señalar que la dictadura del general Primo de Rivera no puso expresamente fuera de la ley a la Orden, pero dejó a los gobernadores civiles la potestad de concesión o negación de permisos, dejando así mano libre al caciquismo endémico de las “fuerzas vivas” de cada provincia.
Fué precisamente la situación creada por la Dictadura de 1923, con la suspensión de las libertades democráticas, un importante factor desencadenante del aluvión de solicitudes de Iniciación que asaltó a muchas logias españolas, formuladas por ciudadanos que esperaban poder defender desde ellas los principios que estaban siendo conculcados en aquellos momentos. A pesar de la nobleza de sentimientos por parte de solicitantes y receptores, nuestra perspectiva histórica nos señala como gravemente negativa la ligereza que, desde el punto de vista iniciático, esencial en nuestra Fraternidad, supuso la admisión de candidatos tan prioritariamente determinados por móviles políticos y sociales (a los que solía ir unido un más que justificado anticlericalismo, en una España asfixiada por el permanente intervencionismo eclesial).
Conviene recordar unas palabras del primer Presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, pronunciadas en el exilio de Buenos Aires, en 1945: “ En el triunfo de la República, que fué un movimiento nacional espontáneo, la Masonería no ejerció ninguna influencia decisiva, ni siquiera perceptible.”
Entre 1933 y 1936 contaba la Orden con un total de 135 logias y unos seis mil miembros. En 1934 el Grande Oriente Español promulgó su nueva Constitución, en cuya introducción se afirmaba lo siguiente:
“La Francmasonería es un movimiento espiritual en el que hallan su lugar todas las tendencias y convicciones favorables al perfeccionamiento moral y material del género humano.”
Como dato significativo de las diferentes posturas de los diputados masones durante aquel período, recordemos que de los aproximadamente 140 diputados miembros de la Orden (sobre un total de 470 diputados) el 61% se abstuvo al someterse a votación en las Cortes la expulsión de la Compañía de Jesús. Ello pone de relieve, como señala Daniel Ligou, que la Francmasonería española estaba lejos de constituir un grupo de presión partidista, aunque algunos de sus miembros, por propios méritos civiles, formasen parte de la administración del Estado.
Desde 1934 la prensa católica y la de extrema derecha recrudecieron sus ataques a la Masonería española, presentando a los masones como “traidores a la Patria”, haciendo con ello gala un curioso y aberrante sentido patrimonial cuyas consecuencias nos vimos los españoles forzados a sufrir largamente a partir de aquellos momentos.
La rebelión del general Franco dió pie a una larga cadena de asesinatos que afectaron a veces a logias enteras, como la “Helmántica”, de Salamanca, la “Constancia”, de Zaragoza, la “Trafalgar”, de Ageciras o “Los Hijos de la Viuda”, en Ceuta, entre otras muchas.
En 1940 fué promulgada la “Ley de Represión de la Masonería y el Comunismo”, condenando a los masones no eliminados o exiliados a penas que oscilaban entre los 10 y los 30 años de cárcel, en función de su “grado” iniciático (que pocos jueces sabían lo que significaba). Todos los bienes y documentos fueron confiscados.... En 1942 se hizo comparecer ante el Tribunal de represión a Eduardo Caballero de Puga, de 94 años de edad, por haber sido Gran Secretario del Grande Oriente Nacional entre 1876 y 1897.
El Grande Oriente Español y la Gran Logia Española, que tenían sellado tratado de amistad, fueron acogidos en Méjico, donde fusionaron esfuerzos y desde donde un Consejo Federal y un Supremo Consejo siguieron ejerciendo jurisdicción sobre las logias españolas situadas fuera del territorio nacional….
(Continuará)
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