CULTURA MASÓNICA: LAS PRIMERAS BULAS PAPALES condenatorias...
La primera de esas bulas (In eminenti apostolatus specula) fue emitida por Lorenzo Corsini, Papa Clemente XII de 1730 a 1740, en el mismo año 1738 en que la primera Gran Logia pasó a titularse “Gran Logia de Inglaterra” y quedó también constituida la “Gran Logia de Francia”.
Aquel “supremo graduado apostólico” pronunció una condena a perpetuidad de la Francmasonería, aunque posteriormente casi todos los papas fueron emitiendo su propio dictamen condenatorio y recordatorio:
<< Hemos sabido, por rumores públicos, que se propagan por el extranjero, progresando de día en día, ciertas sociedades... llamadas comúnmente de “francmasones”... en las que hombres de cualquier religión y de cualquier secta, simulando una honradez natural, se vinculan entre sí mediante un pacto tan estrecho como impenetrable, según leyes y estatutos que ellos mismos se dan... cubriendo con un silencio inviolable todo lo que hacen en la oscuridad del secreto. Nos, hemos decidido y decretado condenar y prohibir dichas asociaciones, asambleas, reuniones, grupos o conventículos, llamados de “francmasones” o conocidos bajo cualquier otra denominación, como lo condenamos y prohibimos por nuestra presente constitución, válida a perpetuidad. >>
El Papa Corsini, hombre culto e inteligente, político de estirpe aristocrática florentina y experimentado financiero, había quedado ciego e inválido durante los últimos años de su reinado. Su elección por los cardenales romanos había tenido lugar tras cuatro largos meses de cónclave, debido a las presiones ejercidas por los monarcas de España y del Imperio Habsburgo y a la disputa por la posesión papal del ducado de Parma.
El texto de su bula señalaba que lo que sabía acerca de los francmasones le había llegado a través de los “rumores” propagados en “el extranjero”.
Sorprende que esa alusión pudiera considerar e incluir como extranjeros a otros estados italianos no pontificios, habiendo constancia documentada de la existencia de logias masónicas en Florencia (desde 1731), Milán, Verona, Parma, Nápoles, Génova e incluso en la misma Roma desde 1735. La condena incluía ya la que habría de ser muletilla permanente de la antimasonería: “La oscuridad del secreto...uniendo a hombres de cualquier religión y de cualquier secta...”
Cierto es que las bulas pontificias, dirigidas a la cristiandad católica, eran sólo legalmente vinculantes en algunos países tras ser confirmadas por los monarcas estatales.
El ejercicio de la violencia contra los súbditos incursos en condenas papales era recomendada y confiada por el Papa al “brazo secular”. Por ello, las condenas antimasónicas no tuvieron consecuencias en los países católicos en los que la Inquisición papal era ya inoperante, como Francia o el Imperio Habsburgo.
En España, el Santo Tribunal español (La Suprema) operó al servicio de la corona desde 1478 hasta 1834 (sólo fue abolido, durante dos breves intervalos, por el rey José Bonaparte y por las Cortes de Cádiz). Sin embargo, la bula de Clemente XII no tuvo eco oficial expreso en nuestro país y fue una real ordenanza de Fernando VI, de 1751, la que inició la persecución obedeciendo a una segunda bula papal sobre el tema: la Providas Romanorum, emitida aquel mismo año por Próspero Lambertini, sucesor de Clemente con el nombre de Benedicto XIV, tras seis meses de deliberaciones y 254 votaciones del Colegio cardenalicio romano...., in, @Amando Hurtado