TÉCNICA Y ÉTICA
(Reflexión masónica)
Existe una importante diferencia entre el concepto judeo-cristiano de la Naturaleza y el concepto que de ella tuvieron los maestros del pensamiento clásico griego.
Para el judeo-cristianismo, la NATURA fué creada por Dios y puesta a disposición del Hombre a fin de que la dominase en provecho propio: “sed fecundos y multiplicaos, henchid la Tierra y sometedla…” (Gén.1/28).
La entrega de poder sobre la Naturaleza derivaría de una donación de Dios a la privilegiada especie humana que habría de encontrar su expresión definitiva en la Alianza mosaica y en el mesianismo.
Para Heráclito, Platón y la filosofía clásica griega en general, la FISIS, o Natura, era eterna e inalterable.
Nunca fue creada. Por ello, obedece a la ley de “necesidad” en la que se inscribe el Hombre mismo, sin capacidad para someterla, sino tan sólo para reconocerse en ella a través de la razón.
La conciencia de la transgresión de las leyes de la Naturaleza conocidas no genera sentimiento de “pecado”, sino de error, subrayando la necesidad del conocimiento o scientia y del planteamiento metodológico de la acción científica: tekhné será el arte u oficio que permita la utilización de las fuerzas naturales para satisfacer necesidades humanas imitando o reproduciendo sus pautas.
La diferencia respecto al concepto bíblico no es meramente semántica y no entenderlo así ha solido tener graves consecuencias…
Por otra parte, la metodología científica genera técnicas de procesamiento de la acción susceptibles de ser utilizadas no sólo con fines investigativos, sino tambien como expresiones subjetivas del poder de actuación humano.
Las técnicas llegan a convertirse en un fín en sí mismas, dejando de lado la moralidad de la intención. Cuando lo que cuenta únicamente es lo que “hacemos”, independizándolo de una finalidad moral, nos encuadramos en el mundo del cálculo al que se refería Heidegger.
Es la gran diferencia, a mi juicio, entre la cultura de la Alquimia y la de la Técnica. La ética del investigador científico de nuestro tiempo ha dejado de ser antropológica, aunque lo que hace tenga consecuencias antropológicas.
De no existir una conciencia moral colectiva sobre las consecuencias de la polución atmosférica ¿cabrá considerar el aire como un medio o como un fin?.
Considerando el aire sólo como elemento sustentador, el acento del quehacer técnico puede recaer en lograr la mayor estabilidad, rapidez y utilidad de ingenios volantes en ese medio.
Lo realmente ético para los gestores de esa tecnología podría reducirse a alcanzar la máxima eficacia en su campo de actuación, sin más.
El hecho de que el mundo en el que vivimos, que nos determina, se convierta en un mundo tecnológico y no ya en un mundo en el que existen y se desarrollan TAMBIÉN las tecnologías, está haciendo que la Técnica sea el sujeto de la Historia y los hombres sólo sus coetáneos, como sugiriera Günther Anders al analizar la especificidad del móvil que puede llevar a “apretar el botón” activador de cualquier ingenio concienzudamente realizado.
Como masones, todo esto nos invita a reflexionar sobre las readaptaciones que esta nueva etapa de MUNDIALIZACIÓN de las ciencias y de sus técnicas pueda exigir de nosotros y de nuestra Institución…
CARPE DIEM
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